En 2007 la Oficina del Censo del Gobierno Federal contó 118.756 gasolineras en los Estados Unidos. Para el 2012 ese total se había reducido en un 3,6% en un año. Entre 1997 y 2012 desaparecieron casi el 10% de las estaciones de gasolina de Estados Unidos.
En cambio en España se produjo un incremento de 235 gasolineras en 2015 respecto de 2014, ya que la demanda de combustibles de automoción fue de un 3,4% más que en 2014.
Según las estadísticas de hay dos razones que avalan los datos de Estados Unidos: los estadounidenses están conduciendo menos y usan coches nuevos que consumen menos combustible. Los ciudadanos que viven en grandes ciudades de Estados Unidos con un buen transporte público son menos propensos a tener un coche de lo que eran hace cinco años, con el ejemplo más relevante en Nueva York, donde más de la mitad de los residentes no son propietarios de un coche. Además, cinco estados permiten ya la circulación de vehículos autónomos como los de Tesla o Google, basados en sistema de propulsión eléctrico.
El pasado Junio de 2016 el Gobierno de Noruega tomó la decisión de prohibir la compra de vehículos de combustión a partir de 2025. Ya en 2015 el 17% de los vehículos comprados en Noruega eran totalmente eléctricos y el estímulo a la conducción limpia en Noruega es amplio con ayudas estatales a la compra de coches eléctricos nuevos, aparcamiento gratuito en ciertas zonas, liberación de pagos de impuestos o recarga gratuita de batería.
Algunos fabricantes de vehículo eléctrico han aprovechado esta medida para lanzar ofertas especiales, como la instalación gratuita de un punto de recarga, hasta el punto de que el Tesla model S fue el vehículo más vendido de Noruega durante muchos meses de 2014 y el Tesla model X (a pesar de su precio) fue el segundo coche más vendido de Noruega el pasado mes de Septiembre de 2016.
El hecho de que los gobiernos de dos países productores de petróleo como Estados Unidos y Noruega, con economías solventes y experiencia en hacer previsiones a largo plazo, tomen estas decisiones de facilitar la introducción de los vehículos eléctricos debería hacernos reflexionar en los países consumidores de los combustibles fósiles.
París, Atenas y México (Madrid durante unas horas también) firmaron en la cumbre de alcaldes C40 un acuerdo para vetar los vehículos con diesel desde 2025. Las consecuencias del uso de combustibles fósiles en el transporte privado masivo son obvias. Vetar el diesel tiene cierto sentido, pero mantener los vehículos con gasolina sin ninguna restricción no. Los ajustes realizados en ciudades como Madrid limitando el acceso de vehículos con ciertos números de matrícula o las tarifas de congestión de Londres son ejemplos de medidas que permiten realizar pequeños ajustes, pequeños esfuerzos que mantienen el statu quo. Estos ajustes no van a mejorar la situación a largo plazo; simplemente contendrán el empeoramiento de la situación.
¿Hay alternativas a las decisiones políticas? ¿Puede cambiar el statu quo debido a un cambio en la mentalidad de los usuarios de vehículos?
Las personas convencidas del uso de vehículos eléctricos utilizan argumentos objetivos muy meditados sobre la conveniencia de su uso. Los estudios de la eficiencia de dichos vehículos, la mejora de su autonomía en los últimos años, el precio de la electricidad frente a la gasolina o el diesel necesario para recorrer una determinada distancia… todos ellos son argumentos muy positivos. Pero la industria del automóvil se ha basado siempre en argumentos subjetivos para atraer a los usuarios. Los anuncios publicitarios de los vehículos llaman a nuestros instintos básicos, a los sentimientos, a las sensaciones de los usuarios cuando conducen un vehículo o cuando son transportados en él. Y cuando acudimos al concesionario para ver un vehículo eléctrico raramente nos ofrecen el vehículo eléctrico para probar.
El movimiento de los distintos fabricantes de coches está siendo muy interesante en los últimos meses, tanto por las alianzas que se han formado con desarrolladores de tecnologías como por sus anuncios de fechas de lanzamiento de nuevos vehículos híbridos o eléctricos. Dependiendo del fabricante sus anuncios suenan a apuesta real (con objetivos claros y un equipo de investigación e innovación por detrás) o a simples anuncios de buenas intenciones para no dar la impresión de que les han pillado a pie cambiado. La llegada de nuevos fabricantes exclusivamente eléctricos, como Tesla o Faraday Future, junto con la reducción de ventas de vehículos a nivel global augura un futuro incierto donde muchos fabricantes tradicionales desaparecerán.
El vehículo autónomo no va a ser un vehículo de combustión.
Físicamente es posible crear un vehículo autónomo con motor de combustión, por supuesto, ya que el sistema de control del vehículo es independiente de su sistema de propulsión, pero como opción de futuro no tiene sentido. Un vehículo autónomo debe serlo al 100%, incluyendo la capacidad de cargarse autónomamente, y la recarga mediante gasolina o diesel requiere de una gestión controlada manualmente debido a la peligrosidad del combustible. La recarga eléctrica es más segura y en su variante de recarga eléctrica inductiva ni siquiera es necesario el contacto entre el poste de recarga y el vehículo. Conocidas las capacidades que se avecinan en los vehículos autónomos, nos tiene que empezar a sonar cercano el momento en el que el vehículo autónomo sea capaz de decidir que debe cargarse, acuda al centro de recarga más cercano y se recargue por sí solo de manera inductiva.
Por tanto, más allá de las estimaciones de crecimiento de ventas de vehículos eléctricos no autónomos, deberíamos empezar a realizar las estimaciones considerando la cantidad de vehículos autónomos que se venderán una vez que estos sean aceptados por las autoridades. Y, consecuentemente, para que no suceda lo mismo que está pasando con los taxis, deberíamos reflexionar sobre la necesidad de las gasolineras y cómo se van a tener que reconvertir en estaciones de otro tipo de servicios en un futuro no muy lejano.
IBON ARECHALDE